Un paseo por la vida

Comenzando un nuevo camino

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Así estamos.

En breve nos llegará la visita del otoño, y como en todo cambio de estación, o casi todos, lanzo una nueva entrada, en este blog, en este trocito de mi vida.

Pero ayer, me encontraba algo melancólico, algo impaciente, algo nervioso… estaba en ese estado en el que quieres hacer algo pues te sobran las energías pero no sabes qué, no sabes cómo canalizarla, cómo emplearla en algo útil, algo creativo, y como siempre, decidí coger papel y lápiz y ponerme a contar lo que en ese momento se me representaba en mi caótica imaginación.

He de confesar, que antes de terminar de escribir esto, pensaba que no me preocupara mucho la situación actual de este país en el que vivimos, pero tras leerlo, me di cuenta de que mi subconsciente me había traicionado.

 

ESPAÑA

Carraspeé un par de veces y entonces la dependienta se fijó en mí.

Más de cinco minutos allí plantado viendo como pulsaba tranquilamente las teclas de su ordenador, y por fin se dio cuenta de que había algo más en el mundo a parte de ella y su pantalla LED.

–¿Sí?, ¿qué desea?

–Estoy buscando un regalo para mi mujer.

–¿Qué clase de regalo? –dijo con voz autómata.

–No sé, querría algo para nuestro aniversario, quizás unos pendientes bonitos o una gargantilla –le comenté con esperanza de que arrojara algo de luz a mis bajos conocimientos sobre los gustos femeninos.

–¿Unos pendientes o una gargantilla? –preguntó con la misma voz mecánica.

–La verdad es que me da igual, me valen las dos cosas –contesté intentando explicarme.

–Es que no es lo mismo una gargantilla que unos pendientes, aunque si quiere puede llevarse el juego –cambió levemente el tono de voz en la última frase.

–Bueno, si es un conjunto de esos pues podría valer –dije algo nervioso pensando en que más que ayudarme iba a ayudarse a sí misma con la comisión.

–Espere un momento y le busco un par de ellos para que los vea –y diciendo esto se dio la vuelta y empezó a sacar unas bandejas con forma de cajones sin fondo–. Creo que este le puede gustar a su mujer –afirmó convencida señalando una gargantilla de oro blanco con unas piedras preciosas que venía a juego con un par de pendientes en forma de lágrimas.

–¡Vaya! –exclamé, más por lo caro que podrían salir que por lo bonitos que pudieran parecer–. Supongo que estos le gustarán a mi mujer y a cualquier otra –bromeé para desviar mi imaginación de las tarjetas, cuentas y cheques que podría utilizar para poder pagar ese collar, y no hablo de cada uno por separado.

–A quien quiera hacerle el regalo no es asunto mío, yo solo me dedico a vender, y sí, seguro que le podría gustar a casi cualquier mujer.

En ese momento me quedé estupefacto, cómo una dependienta de una joyería tan importante como aquella podía ser tan estúpida con un cliente, o al menos con un cliente en potencia. No solo temblaba mi cartera con pensar en lo que me iba a gastar en cualquier cosa que comprara allí, sino que mi estómago se agitaba lleno de bilis clamando justicia, venganza, un BigMac, cualquier cosa que calmara ese sentimiento de ira que se estaba apoderando de mí.

–Entonces, ¿qué?, ¿le interesa este juego o prefiere que le enseñe otro? –dijo con cierto desdén.

–Bueno, no sé –sí sabía, quería irme de allí, no sin antes cagarme en todos sus familiares, vivos y muertos, cerrando la puerta tras de mí con tanta fuerza que se le cayera sobre la vitrina de los anillos el horrible reloj de cuco que tenía colgado en la pared–. ¿Qué precio tiene este juego, por hacerme una idea?

–2.750 euros –contestó entornando los ojos.

–Dos mil… –empecé a repetir pausadamente.

–Es de diseño italiano –quiso explicar a modo de concesión.

–Ya, pues vaya con los italianos.

–Aquí todo lo que vendemos es de calidad, con un diseño exclusivo y un trabajo realizado cien por cien a mano –dijo ofendida.

–Claro, claro, no lo dudo, solo que me ha sorprendido (y encima era yo el que me tenía que excusar).

–Quizás prefiera buscar algo dos manzanas más abajo, allí hay un par de tiendas de bisutería que seguramente le harán un precio más acorde con lo que usted tenía pensado para su aniversario de boda.

Dios, eso me sentó como una patada en el estómago, vaya tía borde, repelente, mamarracha… me quedo sin calificativos, había dicho que ojalá se le cayera el reloj en la vitrina de los anillos, ¡que se le caiga en la cabeza!, eso es lo que deseaba, que alguien le bajara los humos, y se sintiera avergonzada y sobre todo arrepentida. Pero supongo que para la gente como yo, todo eso solo se queda en pensamientos y al final la gente como ella, sigue yendo de prepotentes por el mundo.

Sospecho que somos muchos los que vamos por la vida de cortitos, de prudentes, de bonachones, y de eso precisamente es de lo que se aprovechan los estafadores, los tiburones y la gente que como aquella dependienta, van pisando el cuello de todo el que se ponga en su camino.

Finalmente me di la vuelta y salí de allí, cerrando suavemente la puerta para que no hiciera mucho ruido.

 

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