Un paseo por la vida

Comenzando un nuevo camino

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DN: DÍA UNO – UNA LARGA JORNADA

–        Pi pi pi…

–        Jodido despertador, pero, ¿qué hora es?

Son las 5a.m. y ayer me acosté pasada la media noche.

Pensaba que las maletas estaban más o menos hechas, pero era menos que más, y el día anterior estuvimos hasta las tantas preparando las últimas cosillas pendientes, que no eran pocas, la verdad.

Un día largo nos quedaba por delante, y de eso no seríamos conscientes hasta acostarnos esa noche, a miles de kilómetros de nuestras casa, en el Hotel de San José.

Los primeros trayectos fueron cómodos. Quizás la ilusión, quizás el sueño hicieron que casi no nos enterásemos del coche que tomamos para ir a la estación de trenes, tampoco nos enteramos mucho del AVE que luego tuvimos que tomar para ir a Madrid, sobre todo porque íbamos en preferente (eso de sacar los billetes con anticipación, hace que te salga más barato sacar un preferente que un billete normal por agencia). Pero ya en Madrid, la cosa cambió, ahí si tuvimos que esforzarnos un poco más en coger las tres líneas de metro necesarias para llegar al aeropuerto, y es que cuando unos chicos del sur se pasan por la gran capital del país, el cambio de velocidad que sufren hace que se le revolucionen todas las neuronas, por lo que los sentidos empiezan a agudizarse para que no te atropellen en las escaleras, para que no te cierren las puertas en las narices, para que no te roben la cartera o para que no te pongan el sobaco en la cara.

Al llegar al aeropuerto vino lo más gracioso. Dos horas, dos horas de antelación y nos dicen que estamos en lista de espera y que posiblemente no salgamos hoy. Que putada con la mierda del overbooking. Pensábamos reclamar, ya que la agencia nos garantizó el vuelo para ese día. Pero la chavala del mostrador nos comentó todo el “rollito” que hay entre compañías aéreas, agencias y operadores, y que a las malas si nos quedábamos en tierra, nos garantizarían el vuelo para el día siguiente y nos devolverían 600 pavos por cabeza, ¡bendito overbooking! De todas formas, nos dieron una tarjeta “provisional” de embarque y nos dijeron que nos apresuráramos a ir a la puerta de embarque por si unos italianos que debían de embarcar no llegaban a tiempo pues su vuelo de conexión venía con retraso. No se cuantos kilómetros andamos. Cintas transportadoras, puertas, arcos de seguridad, colas y más colas, coño, hasta un metro para moverte dentro del propio aeropuerto. Al final llegamos por los pelos, con las puertas casi cerradas y ya sea por suerte o por desgracia, nuestros asientos, o mejor dicho, el de los italianos estaban disponibles para ocuparlos,  por lo que Costa Rica quedaba ya un poco más cerca.

Ocho horas de viaje, de estar sentados con el culo como ensaimadas mayorquinas,  y eso que tuvimos suerte, pues fueron solo ocho y no nueve como marcaba el itinerario. Así que llegamos una hora antes, hora que estuvimos que estar esperando luego en el aeropuerto a que pudiéramos salir con destino a los distintos hoteles. No os voy a detallar esas ocho horas, ya os comentaré si acaso el viaje de vuelta, no quiero repetirme en exceso, pero lo que si os diré será la sensación que tuve al bajar del avión. Para eso os tengo que hacer una pequeña cuenta para que os hagáis mejor a la idea. Recordáis que nos levantamos a las 5a.m. con ese “pi, pi, pi…” Que cogimos el AVE a las 7 más o menos, y que conseguimos montarnos en el avión sobre las 12:15. Pues después de 8 horas de vuelo, la recogida de equipaje, la aduana y el cambiar unos euros a colones (moneda del país en honor a el simpático Cristóbal Colón, ese hombre que tanto hizo por sus ancestros, que abrió la puertas para que las civilizaciones más avanzadas pudieran colmar de viruela, robos y matanzas a los indígenas de la zona), puediéramos por fin salir al aire libre y decir: “Pero no era ya de noche, si son las 9:30p.m.” Pues no, no son las 9:30, sino las 2:30 de la tarde. Y es que nuestro viaje había en avión, a computo mundial había durado apenas una hora a pesar de que hubiéramos estado ocho horas con el culo pegado al asiento.

Durante el tiempo de espera tuvimos tiempo de entablar amistad con unos viajeros que llegaban desde Cataluña, ese país, digo comunidad autónoma, al noreste de España, que venían de viaje de novios. Estuvimos algún tiempo charlando, hablando de los hoteles en los que íbamos a estar (curiosamente no coincidíamos en ninguno) y de la percepción que nos daba Costa Rica, la mía ya la sabéis… jodido día más largo, y yo con un sueño que me caía.

Tras cargar las maletas e ir dejando uno a uno a todos en sus hoteles correspondientes (ni que decir tiene que el último al que dejaron se cagaría en todo por la lejanía de su hotel, el tiempo que perdió en el bus y por supuesto por comprobar lo guapo que eran muchos de los hoteles en los que habíamos ido dejando a la gente), nos despedimos de los nuevos amigos y con algo de suerte nos dejaron en la tercera parada.

El hotel no era gran cosa. Se encontraba a las afueras de la ciudad en una especie de macro aparcamiento donde estaba como he dicho, el hotel, un restaurante mejicano muy elegante, otro especialistas en pollo que no daba buena espina y un Pizza Hut, que por cierto me dio mucha alegría verlo puesto que en Sevilla los han quitado casi todos para poner la cadena Domino´s Pizza. La habitación del hotel estaba bien, no era chica y estaba limpia. La cafetera / tetera no faltaba, por supuesto nos llevamos los «cafeles» e infusiones, no porque seamos de los que arramplan con todo en los hoteles llevándose desde el peine de plástico hasta el papel del váter, sino porque las marcas de estos productos, aparte de ser buenas no se consiguen en España. Otro punto importante del hotel era que la piscina nunca cerraba. 24h. abierta, y digo yo: ¿Cuándo coño la limpiarán, y de qué forma?

Quisimos dormir algo, pues estábamos reventado, pero sabíamos que al día siguiente deberíamos de madrugar de nuevo, y si nos dormíamos, por la noche no pegaríamos ojo. Así que nos planificamos el viaje, mandamos algunos correos por el móvil (todos los hoteles tenían conexión a Internet por WiFi gratuita), nos duchamos, nos vestimos (no deshicimos la maleta, pues al día siguiente estaríamos en marcha de nuevo hacia nuestro destino en Tortuguero, recordad que teníamos que pasar tanto la noche de ida como la vuelta en la ciudad) y nos llevamos un cuarto de hora dando vueltas por el aparcamiento para decidir donde entrabamos a comer. Al final fue el en «mejicano de lujo».

Sinceramente, la comida era muy buena, y pude pedir una cerveza que nunca había probado hasta ahora, la Bavaria Dark, la cual me sorprendió al ser bastante más refrescante que otras de las consumidas en España normalmente. El local estaba muy bien decorado, con lámparas en forma de estrellas, ambiente agradable, cascada de agua a nuestras espaldas y lo más importante, aunque desentonara, el menú ejecutivo por 3.600 colones, al cambio algo más de cinco euros. Y aunque como digo la comida fue esplendida, algo tuvimos que hacer mal porque al pagar nos cobraron algo así como unos 42 dólares, es decir 30 euros, por lo que creo que lo que pedimos no entraba en el menú ejecutivo, o la jodida cerveza era más cara de lo que pensaba, pero después de llevar unas 22 horas sin dormir como que la cabeza no funciona igual de bien, así que decidimos pagar (llevábamos dinero de sobra) e irnos a la habitación para aprovechar los efectos del alcohol y poder dormir lo suficiente para estar al día siguiente lo más fresco posible, ya que nos esperaba de nuevo una larga jornada, pero era esa precisa jornada el motivo por el cual desde hacía ya varios años habíamos querido hacer este viaje.

 

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